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viernes, 6 de febrero de 2009

RECUERDOS DE PALOMARES

Amigo Palomares, aquí tienes publicada tu "fachada" que tanto se nos atragantó en clase del profesor de profunda voz que era Ambrós. Y como tú dices. A tiralíneas, bigotera y tinta china. Goma blanca y cuchilla para los errores-borrones y paño blanco para nuestros sudores. Nada de Autocad, ni Rotring, ni paralés. a pulso.


















Este otro recuerdo corresponde a unas caricaturas de profesores publicadas en la revista Nueva Juventud, revista más progresista que Afán elaborada por alumnos de Preu (todo esto me lo ha contado Palomares). Entre ellas podemos ver al profe de francés a. "El General", al fallecido padre Sternfeld y a otro profe sin identificar (el "Ursicinio", a. "Ursi", a. "el Oso" ??). El alumno .como podéis leer en la caricatura era Cebrián.


Navares

4 comentarios:

  1. Hola:
    Mariano Cebrián Olleros era de mi curso. Era Un auténtico genio de las caricaturas. Aún conservo enmarcada la que me hizo a mi. (Creo que nos hizo a toda la clase)
    El profesor sin identificar es el profesor de química de preu. Emilio Sternfeld nos daba biología y el otro francés.
    No me cuerdo de sus nombres reales, ahora que no me puede zurrar el P. Mauro, os diré que solo me acuerdo del mote de el de química: "El Maripili", famoso por sus frases en delicadísimo tono como "vete, cero, parece que no sabes..." o "hay algunas unidades por ahí que parece que disfrutan molestando..." y la clásica de "parecéis niños del arroyo.."
    Un abrazo
    Dambo

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  2. Más sobre la caricatura:

    El profe de francés era “El Gómez” y le recuerdo en clase en alguna ocasión con uniforme de coronel de infantería, regañándonos por ser tan escuetos en las contestaciones y aduciendo que los franceses se extendían y se explayaban más ¡cómo para explayarme mucho tenía yo mi francés entonces!, o ahora ya para el caso.

    No era el único que se paseó en clase en uniforme, también “El Rubial” (alias, con perdón, “ElCuloTanque”) nos vino una vez en uniforme de alférez, de las milicias universitarias supongo. Vamos que lo que para nosotros era un profe hecho y derecho, en realidad era un chaval con, en el mejor de los casos, la carrera recién terminada.
    El jolgorio que nos corrimos en clase a cuenta de su escasa apariencia marcial fue inmenso, pero no llego ni a una parte de aquella vez que apareció una reseña, con foto incluida, de la boda de “El Willy” en las páginas de hueco-grabado del “Ya”…

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  3. Nueva Juventud la “editaba” el Padre Jose Luis Alzu con la intervención de alumnos de los “mayores”, esos que ya iban en pantalones largos y se podían poner gafas de sol al salir a la calle y para los que nosotros no existíamos, y recuerdo que causó entre nosotros una auténtica conmoción. “Afán”, la revista oficial, era un aburrimiento, fiestas de la virgen, listas interminables de premios y medallas en que uno nunca estaba... “Nueva Juventud” en cambio con su grafismo propio (que todos enseguida imitamos en mi clase para rotular los cuadernos) era algo mucho más próximo, directo, interesante, que daba gusto leer.

    Una tarde memorable me cupo el honor de participar en el proceso de fabricación:

    En una la celda desocupada del “claustro”, (este era el letrero que identificaba la entrada a las habitaciones de los sacerdotes, que estaba situada en la escalera que nacía al lado de la puerta lateral de la iglesia, y que daba a un corredor cuadrado que rodeaba el primer piso del patio de la Virgen), estaba instalada una multicopista “Roneo” donde se imprimían por las dos caras las hojas de la revista.

    Luego cada uno de nosotros se sentaba en el suelo entre dos montones de hojas, cogía una del montón de la izquierda y la ponía encima de otra del montón de la derecha donde la cogía el siguiente que hacía lo propio hasta que al final estaban todas las hojas montadas dispuestas para ser plegadas y grapadas.

    El último, el que montaba todo el cuadernillo encima de la portada tenía que coger cada ejemplar y volverlo a meter en la celda.
    Como todo un lado del pasillo estaba ocupado por los “montadores” tenía que dar toda la vuelta corriendo al claustro para entrar. Naturalmente esa era la mejor parte.

    Recuerdo esa tarde de montaje de revista como algo único: nos habían sacado de clase para hacerlo, nos reímos cantidad, y esa sensación de ser algo especial al volver a tu mesa con toda la clase mirándote y preguntándose donde habrías estado era algo magnífico, solo superado con ser el encargado de tocar el timbre para señalar el final de la clase o la campana del recreo. (Aunque pasar un misa dándole a la palanca del fuelle del órgano cuando se iba la luz tampoco estaba mal).

    Gloria efímera: no volví a hacerlo, misteriosamente la revista no volvió a “publicarse” sin más explicación.
    (sigue)

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  4. Años después, cuando estábamos en COU le pregunté al Padre Jose Luis que había pasado con la revista y porqué había dejado de salir.
    Lo que me contó es completamente memorable, un retrato de aquella época que nos toco vivir.

    Le citaron, me dijo, en la comisaría de la calle Rey Francisco.

    Una vez allí le hicieron pasar a una habitación donde en una mesa tenían expuestos todos los ejemplares de la revista con gran parte de los párrafos subrayados con distintos lápices de colores.

    Cada color identificaba el posible carácter ofensivo del texto subrayado.

    Había un color para los textos calificados como antirégimen, otro para los textos anticlericales y así. Por ejemplo, me contó, un articulito sobre la edad de los obispos, estaba marcado entero como anticlerical.

    El policía que se lo estaba enseñando le echó una bronca diciéndole que la revista no tenía permiso de circulación (cosa enteramente cierta) ni pie de imprenta (también) y que era completamente ilegal (asimismo) que se dejara de estupideces y que como siguiera haciendo el tonto se le iba a caer el pelo…

    Y así acabó “Nueva Juventud” de efímera vida y fama, aunque aún ahora sería capaz de escribir mi nombre en las tapas de un cuaderno con aquellas mismas letras que tan poco le gustaron al policía aquel.

    Javier Manchón (55)

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